01 diciembre 2005

Un mal día

Reconozco que hoy tengo un mal día. Ya empezó mal, cuando leyendo el periódico por la mañana veo que al asesino del seguidor realista Aitor Zabaleta ha quedado absuelto de pertenecer a una asociación ilícita. Tres de sus compinches han quedado asimismo absueltos porque no se ha acreditado que participaran en la paliza mortal.

Más tarde he ido a ver a mi padre, como cada día desde que se quedó viudo hace ya 14 años. Él estaba jodidillo. Ha pasado mala noche y me he cargado yo su mal dormir, para variar.

Mientras estaba intentando animarle, me suena el móvil. Era del colegio. Mi hija se ha hecho daño en un dedo jugando a basket. Hala, deja al padre y vete a buscar a la niña. Sólo es una capsulitis.

Ya al mediodía, y con el dedo anular de la mano izquierda de la niña ya inmovilizado, he ido a recoger a mi mujer. Allí, mientras la esperaba a que saliera del trabajo, me han dado un golpe al coche. Una ralladita de nada. No tiene importancia, pero mi vaso estaba a punto de rebosar.

No contento por ello, descargo toda esa ira que llevaba encima sobre la pobrecita de mi esposa. La consecuencia es lógica: se ha cabreado.

Es en estos momentos cuando me asalta la gran duda: ¿Qué coño hago yo aquí recibiendo palos de todos lados? ¿Y por qué yo? ¿No hay nadie más en el mundo?

Es la puta vida que los reparte a diestro y siniestro aunque, eso sí, la puñetera sabe elegir a sus víctimas. Contra eso no puedo hacer nada.

Espero que mañana le toque a otro.